Siempre he creído que los cambios grandes y bruscos cuestan más de digerir y no se generalizan tan bien. En cambio, los pequeños cambios, los que van poco a poco se interiorizan mejor, de forma más coherente y van cambiando más profundamente nuestra vida y nuestra forma de funcionar.
Cuando nos proponemos algo queremos conseguirlo rápido. Nuestra sociedad actual no nos educa para tener paciencia y constancia con nosotr@s mism@s y con nuestro entorno, sino más bien para resolver y conseguir lo que deseamos lo más rápido posible. Y si no es así, nos frustramos. Sobre todo si nos referimos a cambios internos, en nuestra forma de movernos por el mundo.
Pero si algo creo que nos enseña la vida es que el trabajo de hormiguita, el de proceso, aunque sea largo y más costoso, a veces es la única manera de llegar. El proceso hace que nuestros cambios sean más permanentes y nos conduzcan hacia resultados más globales, más reales, que nos acercan más a un estado de equilibrio y serenidad, a un estado en el que sientes la coherencia entre lo que piensas, lo que sientes y lo que haces. Y además, por el camino tienes la oportunidad de aprender mucho... a veces fracasando mucho...
Enhorabuena por tu blog!!
ResponderEliminarEs uno de tus pequeños cambios... ;-)
Buena observación...
ResponderEliminarEres una SUPERMAMÁ!!!
ResponderEliminarFelicidades por tu blog y gracias por compartirlo conmigo. TQ