martes, 5 de noviembre de 2013

¿Qué margen de confianza te das en la vida?

"Un aguador de la India tenía sólo dos grandes vasijas que colgaba en los extremos de un palo y que llevaba sobre los hombros; una tenía varias grietas por las que escapaba el agua en forma constante, por lo que al final del camino sólo conservaba la mitad del preciado líquido, mientras que la otra vasija era “perfecta” y mantenía intacto su contenido.

Esto sucedía diariamente. La vasija sin grietas estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía idónea para los fines que fue creada, pero la vasija agrietada estaba avergonzada de su propia imperfección y de no poder cumplir correctamente su cometido. Así que al cabo de dos años le dijo a su aguador: “Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas, solo obtienes la mitad del valor que deberías recibir por tu trabajo.”

El aguador contesto: “Cuando regresemos a casa quiero que observes las bellas flores que crecen a los largo del camino”, y así lo hizo la vasija, en efecto, vio muchísimas flores hermosas a los largo de la vereda, pero siguió sintiéndose apenada porque al final solo guardaba dentro de sí la mitad del agua del principio.

El aguador le dijo entonces: “¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Quise sacar el lado positivo de tus grietas y sembré semillas de flores. Todos los días tú las has regado y yo he podido recogerlas. Si no fueras exactamente como eres, con tu capacidad y tus limitaciones, no hubiera sido posible crear esa belleza”.

El camino de la fuente. Cuento Indio.

Buscar continuamente la perfección, vivir esperando que nuestras expectativas se cumplan siempre al 100%, sin margen de error y de manera rígida, nos lleva a estados de ansiedad, frustración y sufrimiento continuos. 

Tod@s somos vasijas agrietadas por alguna parte, pero siempre existe la posibilidad de aprovechar estas “grietas” para reconducir nuestras expectativas, aprender de lo que parecería ser una imperfección e incluso llegar a pensar que simplemente es uno de los rasgos que me caracterizan.

Esta vasija debido a sus grietas tenía un margen o intervalo de confianza del 50% para el objetivo que inicialmente se había creado. De entrada podría parecer poco, pero si somos capaces de flexibilizarnos, aprender a hacer un poco de contorsionismo y aceptar márgenes de error más grandes, nos frustraremos menos, nos relajaremos más y se potenciará nuestra capacidad creativa para repensar y reconvertir nuestros objetivos iniciales en otros igualmente válidos y que nos permitan vivir más seren@s y felices.  

El camino por la vida ni es tan exacto ni lo podemos controlar tanto como los cálculos y estudios estadísticos, por mucho que a veces nos empeñemos. Entre el margen del 5% de error que se suele manejar en estadística y el 50% que nos indicaría que estamos sobreviviendo, hay un margen amplio en el cual movernos a lo largo de nuestra vida.

Habrá momentos en que estemos a mínimos, otros en que nos salgamos y otros en los que sólo tenemos la sensación de sobrevivir y que todo nos sobrepasa. Es la media de todos esos momentos, muy buenos, buenos, regulares, malos y muy malos, lo que nos ha de guiar en nuestra sensación de felicidad. Por eso es importante darse un buen margen de confianza, o de error, para que en los momentos más bajos no nos sintamos sobrepasad@s.

Entre vivir de manera rígida y que todo el mundo se adapte a mi o estar siempre adaptándonos al entorno sin pensar en nosotr@s mism@s, se puede hacer el camino de una manera flexible. Como las lianas, esas plantas trepadoras con tallos delgados y flexibles que se enredan para subir hasta encontrar la luz del sol, sus troncos se van deteniendo en las ramas de su alrededor y así se van enlazando a otras plantas y árboles con tanta fuerza que si se corta el tronco de uno de ellos el resto no cae.


2 comentarios:

  1. A veces es difícil aprender a vivir sin buscar siempre la perfección. Gracias por tu post. Me ha gustado.

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  2. Empezar por darse margen uno mismo, antes que esperar que los demás te lo den. Gracias por esta entrada, me ha recordado este cuento que ya tenía olvidado

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