Se cuenta que una mujer agonizante hubo de comparecer ante un tribunal celestial.
- ¿Quién eres?- le preguntó una voz.
- Soy la mujer del alcalde- repuso ella.
- Te he preguntado quién eres y no con quién estás casada.
- Soy la madre de cuatro hij@s.
- Te he preguntado quién eres y no cuántos hij@s tienes.
- Soy maestra de escuela.
- Te he preguntado quién eres y no cuál es tu profesión.
- Soy cristiana.
- Te he preguntado quién eres y no tu religión.
- Soy una persona que iba todos los días a la iglesia y ayudaba a l@s pobres.
- Te he preguntado quién eres y no lo que hacías.
Tenemos la obligación de ser. No de ser un personaje determinado, o de ser "alguien", sino sencillamente "ser". Debemos luchar para llegar a ser "nosotr@s mism@s", para ser responsables conscientes de nuestra madurez y crecimiento personal, de nuestra cada vez mayor autonomía y libertad. Y cuanto antes empecemos, mejor!
"Nunca se debe gatear cuando se tiene el impulso de volar". Hellen Keller, escritora y educadora. Blog sobre educación, psicología e igualdad.
lunes, 28 de julio de 2014
viernes, 25 de julio de 2014
¿A qué precio buscamos la "excelencia educativa"?
En el discurso educativo está muy de moda la palabra "excelencia". A quienes nos gobiernan les encanta decir que hemos de trabajar para promover la excelencia.
Y cada vez que lo oigo me planteo lo mismo ¿qué se entiende por excelencia educativa? No es que esté en contra de caminar hacia la excelencia, que significa "Superior calidad o bondad que hace dign@ de singular aprecio y estimación algo". No hay nada de malo en querer lo mejor posible ya que nos impulsa a intentar mejorar y aprender continuamente.
En el campo empresarial su aplicación está clara "hacer el máximo con el mínimo posible y a la vez alcanzar la excelencia". Pero en educación ¿se puede aplicar de la misma manera? Quienes nos dedicamos a este campo comprobamos día a día que aplicarlo por analogía no funciona.
Una de las principales consecuencias de trabajar desde esta mirada son las prisas y la presión para que se den "los resultados deseados". Como si la buena educación, que no es lo mismo que enseñanza o transmisión de conocimientos, se pudiera desarrollar con prisas, sin respetar ritmos "humanos" y procesos de aprendizaje. Que se ha de respetar el ritmo de cada niñ@ lo oímos continuamente, pero muchas veces es solo un discurso que no se lleva a la práctica.
El problema aparece cuando nos centramos en la práctica de la búsqueda de la excelencia y nos olvidamos por el camino de "lo principal", de lo más importante. Y esto puede pasar según las estrategias educativas o enfoques pedagógicos que utilicemos y de cuales pensemos que son las finalidades de la educación.
Hay una historia antigua que habla precisamente de esto, de "lo principal":
"Cuenta esa historia que una pobre mujer con su bebé pasó frente a la entrada de una caverna y escuchó una voz misteriosa que decía: «Puedes entrar y coger todo lo que quieras, pero ¡no te olvides de lo principal!».
La mujer curiosa se acercó un poco más y escuchó otra vez la misma frase y algo más: «Después que salgas de la caverna la puerta se cerrará para siempre, así que ¡no te olvides de lo principal!».
La mujer entró en la caverna y encontró muchas riquezas y pensó que jamás volvería a ser pobre y pasar hambre. Fascinada con tanto oro y joyas puso a su bebé bien ubicado en un rincón y empezó a recoger todo el oro y joyas que podía.
La voz misteriosa volvió a decir: «¡Date prisa! ¡Date prisa! ¡La puerta de la caverna ya se cierra ¡Date prisa!». La mujer, con mucha prisa, salió corriendo de la caverna con los brazos llenos de oro y joyas y escuchó en sus espaldas el fuerte sonido del cierre de las puertas. Pero… se dio cuenta de que su bebé se había quedado dentro. ¡Y para siempre! El tiempo pasó, la riqueza recogida en la caverna se acabó pronto, pero su desespero de madre duró mucho… Su conciencia le hacía preguntarse una y otra vez:
«¿Por qué me olvidé de lo principal?".
Como la madre con su bebé en el cuento, la educación es la encargada de las nuevas generaciones. Por ello es indispensable que no nos centremos únicamente en fomentar la cultura del éxito y la excelencia. Porque, los parámetros en función de los cuales definimos el éxito y la excelencia ¿son compatibles con los que definen la diversidad? ¿con los que definen la inclusión social? ¿con seres humanos que respetaran el mundo y lo llevaran a buen puerto?
Yo creo que sí pueden serlo, pero también estoy convencida de que muchas veces escuchamos la voz de la caverna que nos presiona para ir y escoger rápido y nos olvidamos de lo "principal en la educación", promoviendo la competitividad, no favoreciendo el respeto y la convivencia y centrándonos en metodologías destinadas a mejorar "los resultados". ¿Qué resultados? ¿Los que necesitamos de verdad los seres humanos?
L@s educador@s no podemos aceptar los ritmos frenéticos ya que respetar el ritmo de cada niñ@ y su proceso madurativo necesita tiempo, y los resultados "principales" sólo se observan a medio y largo plazo.
La escuela que queremos, la que tiene sentido, no es la que discute sobre cuántas horas ha de tener una materia, sino la que discute sobre las formas de integrar los conocimientos. No es la que se pone el foco de atención en los resultados y en facilitar las excelencias, sino la que estimula la conexión entre esos conocimientos y la vida, la que construye oportunidades diversas para cada niñ@ y compensa a l@s que tienen pocas, y la que crea y mantiene el deseo de saber y la implicación activa en el descubrir y experimentar continuamente.
Y cada vez que lo oigo me planteo lo mismo ¿qué se entiende por excelencia educativa? No es que esté en contra de caminar hacia la excelencia, que significa "Superior calidad o bondad que hace dign@ de singular aprecio y estimación algo". No hay nada de malo en querer lo mejor posible ya que nos impulsa a intentar mejorar y aprender continuamente.
En el campo empresarial su aplicación está clara "hacer el máximo con el mínimo posible y a la vez alcanzar la excelencia". Pero en educación ¿se puede aplicar de la misma manera? Quienes nos dedicamos a este campo comprobamos día a día que aplicarlo por analogía no funciona.
Una de las principales consecuencias de trabajar desde esta mirada son las prisas y la presión para que se den "los resultados deseados". Como si la buena educación, que no es lo mismo que enseñanza o transmisión de conocimientos, se pudiera desarrollar con prisas, sin respetar ritmos "humanos" y procesos de aprendizaje. Que se ha de respetar el ritmo de cada niñ@ lo oímos continuamente, pero muchas veces es solo un discurso que no se lleva a la práctica.
El problema aparece cuando nos centramos en la práctica de la búsqueda de la excelencia y nos olvidamos por el camino de "lo principal", de lo más importante. Y esto puede pasar según las estrategias educativas o enfoques pedagógicos que utilicemos y de cuales pensemos que son las finalidades de la educación.
Hay una historia antigua que habla precisamente de esto, de "lo principal":
"Cuenta esa historia que una pobre mujer con su bebé pasó frente a la entrada de una caverna y escuchó una voz misteriosa que decía: «Puedes entrar y coger todo lo que quieras, pero ¡no te olvides de lo principal!».
La mujer curiosa se acercó un poco más y escuchó otra vez la misma frase y algo más: «Después que salgas de la caverna la puerta se cerrará para siempre, así que ¡no te olvides de lo principal!».
La mujer entró en la caverna y encontró muchas riquezas y pensó que jamás volvería a ser pobre y pasar hambre. Fascinada con tanto oro y joyas puso a su bebé bien ubicado en un rincón y empezó a recoger todo el oro y joyas que podía.
La voz misteriosa volvió a decir: «¡Date prisa! ¡Date prisa! ¡La puerta de la caverna ya se cierra ¡Date prisa!». La mujer, con mucha prisa, salió corriendo de la caverna con los brazos llenos de oro y joyas y escuchó en sus espaldas el fuerte sonido del cierre de las puertas. Pero… se dio cuenta de que su bebé se había quedado dentro. ¡Y para siempre! El tiempo pasó, la riqueza recogida en la caverna se acabó pronto, pero su desespero de madre duró mucho… Su conciencia le hacía preguntarse una y otra vez:
«¿Por qué me olvidé de lo principal?".
Como la madre con su bebé en el cuento, la educación es la encargada de las nuevas generaciones. Por ello es indispensable que no nos centremos únicamente en fomentar la cultura del éxito y la excelencia. Porque, los parámetros en función de los cuales definimos el éxito y la excelencia ¿son compatibles con los que definen la diversidad? ¿con los que definen la inclusión social? ¿con seres humanos que respetaran el mundo y lo llevaran a buen puerto?
Yo creo que sí pueden serlo, pero también estoy convencida de que muchas veces escuchamos la voz de la caverna que nos presiona para ir y escoger rápido y nos olvidamos de lo "principal en la educación", promoviendo la competitividad, no favoreciendo el respeto y la convivencia y centrándonos en metodologías destinadas a mejorar "los resultados". ¿Qué resultados? ¿Los que necesitamos de verdad los seres humanos?
L@s educador@s no podemos aceptar los ritmos frenéticos ya que respetar el ritmo de cada niñ@ y su proceso madurativo necesita tiempo, y los resultados "principales" sólo se observan a medio y largo plazo.
La escuela que queremos, la que tiene sentido, no es la que discute sobre cuántas horas ha de tener una materia, sino la que discute sobre las formas de integrar los conocimientos. No es la que se pone el foco de atención en los resultados y en facilitar las excelencias, sino la que estimula la conexión entre esos conocimientos y la vida, la que construye oportunidades diversas para cada niñ@ y compensa a l@s que tienen pocas, y la que crea y mantiene el deseo de saber y la implicación activa en el descubrir y experimentar continuamente.
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